Lago de Ilopango

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El Salvador

miércoles, 26 de octubre de 2011

"Andar" con una familia de lejos

Cuando en una relación de novios llega el momento de separarse por motivos varios, como por tener que regresar al país natal, o por irse a estudiar fuera de casa o al extranjero, los dos jóvenes tienen una elección que hacer. Pueden, o comprometerse a seguir en la relación, a pesar de la distancia, o, pueden decidir que lo mejor es irse cada quién por su lado y así evitar algunos problemas que puedan surgir. En El Salvador, a aquellos que deciden seguir con la relación a pesar de la distancia, les decimos que van a seguir “andando de lejos.” A raíz de esto, se me ocurrió la idea de explicar, como en mi caso, cuando se trata de mi familia, he decidido andar de lejos. Obviamente no es lo mismo que un noviazgo porque un noviazgo puede ser efímero y la familia es para siempre, pero se puede usar la expresión “ando con mi familia de lejos” a efectos de esta redacción.
Primero que todo, “ando con mi familia de lejos” porque hay una distancia grande que nos separa, pues no están aquí en España, sino del otro lado del mundo. La mayor parte de mi familia vive en El Salvador, pues es mí país natal y donde he vivido toda mi vida. Al estar tan lejos, solo nos vemos dos veces al año, que es cuando tenemos vacaciones, en Navidad y en verano. Quisiera verlos más seguido, pero los factores distancia, tiempo, viaje, lo hacen muy difícil.
Segundo, “ando con mi familia de lejos” porqué al no podernos ver y estar todos juntos regularmente, la forma de comunicarnos más frecuente es el teléfono. Al ser el otro lado del mundo y haber 8 horas de diferencia, hablamos todos los días en las únicas horas que nos vienen bien a las dos partes, a mí a las 3 de la tarde y a ellos las 6.30 de la mañana.
Tercero, “ando con mi familia de lejos” porque al igual que una relación de novios a distancia, he discutido y me he enojado, ya sea con mi madre o con alguno de mis hermanos (con mi padre no porque nunca discute conmigo), en varias ocasiones. Estas discusiones suelen ser o por malos entendidos, o por frustraciones, o incluso por estrés.
Esto de “andar de lejos con mi familia” me ha hecho darme cuenta una cosa que, aunque mientras estaba en El Salvador ya lo sabía, aquí lo he venido a apreciar más: como la familia no hay nada. Al estar tan lejos de casa, añoro muchas cosas que ahora mismo no tengo o no puedo hacer. Poder almorzar o cenar todos los días todos juntos en el comedor, o poder comer comida rica hecha en casa, poder abrir la refrigeradora y saber que siempre hay comida, y si no hay algo en particular, no tener que preocuparme porque no me toca a mí ir al supermercado, entre otras cosas. Añoro poder compartir tiempo con mis padres en la sobremesa, o con mis hermanos cuando regresan de la escuela, poder jugar “wii” o ver películas, o simplemente salir a cenar y platicar con ellos. Así mismo, extraño poder darles un abrazo, o poder celebrar con ellos sus cumpleaños o alguna otra ocasión especial. Extraño poder llegar a casa y contarles sobre mi día con más detalle que por teléfono, o poder consultar alguna duda, o cuando estoy enferma que me consienta mi madre.
Esto no quiere decir que me arrepienta de haberme ido a estudiar tan lejos de casa, pues ha sido una experiencia maravillosa. Tampoco es la distancia un motivo para dejar que una relación se debilite o se deje de tener menos contacto con esas personas que dejamos atrás. Al contrario, dice un proverbio inglés “Absence makes the heart grow fonder”, que quiere decir, que ante la ausencia, crece nuestro deseo de tenerlo. Esta proverbio se puede aplicar para una relación “de lejos,” pues es cuando no están esas personas que más queremos y se incrementa nuestro deseo porque sí lo estuviesen. Por eso, al estar en una relación “de lejos” muchas veces apreciamos más los momentos que logramos estar con estas personas, pues sabemos que no siempre los tenemos cerca nuestro.

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